Paciencia impaciente



El cuerpo alborotado
(la mente, un tanto peor)
Las manos inquietas
Los dientes queriendo devorar esas uñas
Como si fueran la última comida en el mundo.
Te preguntás, repreguntás y despreguntás
Una vez, dos veces, diez veces,
Si hiciste bien…
Te insultás y reprochás por haberlo hecho
Maldecís esa impulsiva manía
De decir las cosas, arrepintiéndote antes de decirlas
Pero diciéndolas igual
Las palabras se burlan y abusan
De esa libertad que les das
Y vuelan, desordenadas, a destino
Lo que te come por dentro,
Como una manada de termitas,
Es la incertidumbre…
Quizá haya sido todo un espejismo
Y ahora, a la distancia, puedas diferenciar
La realidad, de aquello que tu imaginación
Inventó con aires de poeta.
Odiás esa frase mediocre,
Pero lo que más detestás es que sea cierta:
“Sólo queda esperar”, pensás
Sin querer creerlo ni quererlo,
quedás paralizada
Mirando ese maldito aparato
hasta casi ojearlo
Y esperando que suene
Para saciar esa incertidumbre
Tan amiga del insomnio

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